De nuevo sobre la reforma constitucional, por Joaquin Tornos
Catedrático de Derecho Administrativo de la Universidad de Barcelona
Tras la Diada Nacional de Cataluña, la vuelta a los colegios y el inicio de las clases en las universidades parece aceptarse que el curso político inicia una nueva andadura.
Este nuevo año político presenta novedades significativas. Ha cambiado el gobierno del Estado y la presidencia del partido más votado, ahora en la oposición. En Cataluña diversos políticos y políticas y los presidentes de la ANC y Omnium cultural siguen en la cárcel, y otros políticos y políticas siguen huidos, sin perspectivas de regreso a medio o largo plazo. Lamentablemente en los últimos días el debate político está enredado en temas de masters, tesis doctorales y cruce de acusaciones sobre los respectivos niveles de corrupción. El descrédito de las instituciones y de los partidos tiene nuevos argumentos. Pero hay que tratar de levantar la vista y acudir a los verdaderos problemas..
En esta situación ¿ tiene sentido recuperar el debate sobre la reforma constitucional, insistir en la conveniencia de un debate sobre las reformas necesarias?
Hace ya casi un año un grupo de catedráticos y una catedrática de derecho administrativo y constitucional presentamos un documento titulado Ideas sobre la reforma constitucional. Poco después, la fundación FIDE presentó otro documento titulado Reflexiones para una reforma constitucional: la reforma de la organización territorial del Estado. La FIDE sigue trabajando para ampliar sus propuestas de reforma. El documento Ideas sobre la reforma constitucional fue favorablemente acogido por un sector significativo de los medios y por instituciones como el Cercle de Economía. Pero también recibió alguna crítica.
Una de las críticas recurrentes fue la falta de concreción de las propuestas. Así, el profesor Germán Fernández Farreres, en un breve artículo publicado en la Revista Española de Derecho Administrativo de abril-junio de 2018, afirmaba que el documento se limitaba a un diagnóstico de los defectos y disfunciones del sistema autonómico pero que las propuestas no se precisan, tal vez por el convencimiento de que las soluciones vendrán por si solas. Añadiendo que la falta de concreción de la propuesta favorable a acoger un modelo federal es más que notable.
La crítica principal sobre el contenido de alguna de las propuestas del documento (ya que si hay propuestas, aunque se lleven a cabo de forma general) es la relativa a la defensa del fin del principio dispositivo, ya que se dice que nada aportará a la clarificación de las competencias en un sistema autonómico que se dice está ya cerrado. Pues bien, creo que este es un buen ejemplo del debate que puede abrirse y que reclamamos en nuestro documento. No creo que el modelo esté cerrado cuando hay Estatutos de Autonomía en proceso de elaboración, ente ellos la reforma del Estatuto del País Vasco, y el Gobierno ofrece reabrir la reforma del catalán. Por otro lado el fin del principio dispositivo y el llevar la fijación de las competencias a la Constitución, como ocurre en la generalidad de los Estados compuestos, puede ayudar a precisar los elementos materiales y funcionales de las competencias, pero sobre todo modificará la naturaleza del Estatuto de Autonomía, que, dentro del respeto a la Constitución, pasará a ser una norma de contenido exclusivamente autonómico, lo que deberá incidir en su proceso de elaboración y control.
Pero no me interesa ahora este posible debate sobre aspectos concretos de la reforma, sino reiterar las razones que nos llevaron a redactar el documento de referencia, y que constan en su presentación “somos conscientes de las dificultades que supone abrir un proceso de reformas, especialmente por la práctica política seguida hasta ahora, que ha impedido realizarlas cuando eran necesarias. Consideramos que esa práctica debe rectificarse. No tenemos otra alternativa que abrir el debate de la reforma e ir desbrozando el camino a medida que avanzamos. Solo a través de un debate político, con participación y transparencia y debidamente asesorado por expertos independientes, podremos encontrar las soluciones más adecuadas que fortalezcan la legitimidad democrática y la capacidad de integración del sistema autonómico”. Impulsar un debate de ideas sobre las propuestas de reforma constitucional es lo que pretendíamos, y lo que en buena medida logramos al provocar el artículo de Germán Fernández Farreres.
Creo, y esta es ya una opinión personal, que en este inicio de curso político la reforma constitucional sigue siendo necesaria y puede resultar útil para afrontar la crisis territorial existente, tanto la derivada de las disfunciones generales del marco constitucional como las provocadas por el reto secesionista de Cataluña. Por ello, identificar los problemas, determinar el perímetro de la reforma y qué tipo de reforma se pretende, buscar ayuda en modelos comparados y formular unas propuestas genéricas de solución, es la forma más útil para tratar de generar un punto de encuentro amplio para abrir un debate que pueda concluir con propuestas concretas y con amplio apoyo. En este momento se podrán discutir las propuestas que lleguen a la mesa. El documento Ideas para la Reforma Constitucional no pretendía otra cosa.
Ciertamente los documentos y trabajos que se vienen llevando a cabo sobre la reforma constitucional reciben otra crítica, que también aparece en el artículo del profesor Germán Fernández Farreres. No es el momento, se dice. “La alternativa de emprender una reforma sustancial no sólo se enfrenta a enormes dificultades para poder prosperar, sino que probablemente vendría a alentar y estimular una tensa confrontación política sin prácticamente posibilidad alguna de alcanzar en estos momentos acuerdos suficientes”. Cierto que existen en estos momentos enormes dificultades para emprender la reforma constitucional. Así se reconoce en el documento citado. Pero es que no se pretende emprender la reforma en un plazo más o menos inmediato, sino impulsar un debate sobre lo que se podría y debería hacer si se logra el acuerdo político. Pero para el logro del acuerdo político puede ser útil que la academia ofrezca vías de solución. Al mismo tiempo el ofrecer una mesa de discusión y debate rompe la imagen de inmovilismo y ofrece una alternativa a la simple confrontación desde la inexistencia de todo tipo de diálogo. Esta es, creo, nuestra responsabilidad.