Ante la nueva etapa política (I), por Francesc Pallarés

Una importante sentencia judicial ha sido la gota que ha colmado el vaso, ventana de oportunidad para un cambio a través de la moción de censura. El triunfo de la iniciativa de Sánchez con el apoyo de Podemos y de los nacionalistas vascos y catalanes, ha configurado un nuevo escenario político. Se rompe así una situación claustrofóbica en el proceso político, encerrado en una competencia hiper-nacionalista española en relación al “tema catalán”, entre un zozobrante pero aún resistente PP y un Cs de mediático impulso, en la que sólo parecía caber la sustitución de partido dominante a favor de Cs. El triunfo de la moción de censura abre horizontes más amplios.

El nuevo gobierno no es de coalición ni se basa en un acuerdo parlamentario, escenarios que en buena lógica podrían haberse producido dado que Unidos Podemos ha aportado casi tantos escaños (71) como el PSOE (85) al triunfo de la moción. De todas maneras, como ya anunciara Sánchez es un gobierno PSOE con independientes que se abre en direcciones diversas, con un entretejido de territorios, familias y tendencias, de conexiones hacia al pasado y de apertura hacia el futuro; el mensaje radical en igualdad se acompaña de una mensaje claro hacia la ortodoxia económica dominante.

El nuevo gobierno no tiene programa si bien apunta algunas intenciones. De momento tiene imagen y algún mensaje, aunque para esto último habrá que esperar a una formulación más completa. La mayoría de ministras en el gabinete constituye una imagen y un mensaje poderosos. Entronca con el movimiento social de fondo más importante de los últimos tiempos: la afirmación feminista.  También imagen y mensaje europeísta.

Además, la dosificada comunicación de las/os nuevas/os ministras/os ha constituido un gran ejercicio de comunicación. Permitiendo una continuada aparición en la agenda al tiempo que también una dedicación especial a los méritos y capacidades de las/os nuevas/os gobernantes.

El nuevo gobierno ha tenido muy buena acogida en la mayoría de los medios de comunicación y en consecuencia en la opinión pública. También obviamente en los partidos que han apoyado la moción, aunque manifestando lógicas cautelas. Sólo el PP ha mantenido un discurso deslegitimador, mientras la reacciones en Cs eran contradictorias.

Debe tenerse en cuenta, sin embargo, que la reducida base de Partido del nuevo gobierno si bien puede tener ciertos réditos positivos de imagen, puede crear problemas importantes de apoyos internos cara al inmediato futuro (ej.: candidaturas electorales). Además de plantear el problema de fondo sobre el papel de las organizaciones de partido en el proceso político democrático.

En todo caso el triunfo de la moción y el nuevo gobierno han permitido salir del clima cada vez más enrarecido creado por un gobierno sin más programa que resistir y una “oposición” que no era alternativa real. Por una parte, Cs había dejado atrás el empuje hacia la regeneración y aire social-liberal con el que había entrado en la escena política. Orientado progresivamente a la derecha y convertido en el apoyo del PP no esperaba más que la erosión de éste para ocupar su lugar. Por otra parte un PSOE apagado, todavía en crisis de parálisis atrapado entre el pasillo a la investidura de Rajoy y la posterior recuperación de la Secretaría General por Pedro Sánchez aupado por las bases de izquierdas. La “demonización” de Podemos ha sido el complemento necesario para intentar impedir el crecimiento de esta opción que no gusta al establishment al que cuestiona radicalmente, pero quizás más importante, para intentar alejar al PSOE de tan indeseable compañía, evitando así la formación de una coalición de cambio progresista. La “expulsión” del independentismo catalán del “ámbito de legitimidad” para los acuerdos, restaba así 17 escaños más a una alternativa. El proceso político quedaba pues encerrado, sin otra salida que el cambio lampedusiano de Cs.

En la situación configurada tras el triunfo de la moción de censura, el gobierno Sánchez apunta claramente a elecciones, pero no inmediatas. Después de la apagada fase anterior el PSOE tiene que reconstruirse como opción de gobierno y, paradójicamente, va a hacerlo desde el propio gobierno, aunque sobre una débil base parlamentaria y el mantenimiento de la situación anterior en otros importantes centros de poder. No parece buena situación para una estancia hasta 2020

Por su parte el PP necesita una verdadera refundación, todavía hay pendientes de sentencia importantes causes de corrupción que le implican. La dimisión de Rajoy ayuda a ello, pero obviamente el tema es mucho más profundo que el liderazgo una persona. En todo caso, salga finalmente refundación u operación de maquillaje, hasta después del verano el PP estará centrado en su propio proceso interno, prestando menor atención a la función de oposición, sin descuidarla.

Tampoco está demasiado interesado Podemos, recuperándose del importante esfuerzo mediático de desgaste a su liderazgo y del conflicto interno que ello ha provocado, calmado sin embargo por el importante apoyo de los afiliados en consulta interna.

Por su parte Cs que presionó de todas maneras para conseguir elecciones inmediatas acabó dando apoyo a Rajoy ante la moción del PSOE, y ha quedado desorientado y descabalgado de la ola favorable de opinión que le empujaba antes de la moción.

Tampoco PNV, ERC y PDECAT, están interesados en unas elecciones generales a corto plazo.

Con el termino de legislatura en la primavera de 2020, la decisión de convocatoria anticipada depende de Sánchez. No es una decisión que puede preverse desde ahora. Probablemente Sánchez querrá aprovechar el período de “luna de miel” de recepción del nuevo gobierno para preparar el lanzamiento a la arena electoral. Las primeras encuestas posteriores a la formación del gobierno ya sitúan al PSOE como primera fuerza. Pero si bien la duración hasta 2020 puede suponer una ventaja para mejor preparación, una mayor duración también lleva aparejada una mayor probabilidad para la afloración de contradicciones y experimentar erosión. Escenario, este último, de elevada probabilidad debido a la complejidad de los problemas, a los planteamientos de otros partidos y a contradicciones internas.

No parece pues falto de lógica plantease la posibilidad de hacer coincidir las elecciones generales con las municipales, autonómicas y europeas de la próxima primavera. En un período que el PSOE puede mantener todavía como “dulce”, la “estatalización” del macroproceso electoral le permitiría, con el impulso desde el centro, reforzar su posición en los otros tres ámbitos de gobierno.

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