Nota de urgencia post-electoral, por Jordi Capo Giol
Catedrático de Ciéncia Política de la UB
Olviden por un momento todo lo que han oído y leído sobre los resultados electorales: diputados, partidos que suben o bajan, distribuciones territoriales, comentarios (algunos más técnicos, otros más políticos). Vayan solo a aquello que en el fondo estaba en juego en estas elecciones: Habría un desplazamiento de votos hacia la derecha provocada por el conflicto territorial (¿eufemismo para no decir el independentismo catalán?). Esta era la pregunta, este era el tema aunque Sánchez pudiera añadir elementos de una agenda socialdemócrata al debate.
Recuerden las declaraciones de Rivera en el colegio electoral. La cita no es textual pero más o menos decía así: Estas son unas elecciones históricas porque se pondrá fin a 40 años de las dos Españas, identificando una con los auténticos defensores de la Nación y los otros con los que la quieren dividir o lo entregan a los separatistas.
Comentar esta frase llevaría demasiado tiempo porque, si algo han sido estos 40 años, sería más adecuado explicarlo como los años del consenso constitucional, los gobierno de derechas o de izquierdas, la participación más o menos conflictiva de los nacionalistas periféricos y la gobernabilidad. La frase es la expresión de una radicalización del discurso, de una polarización de las actitudes.
Así, para unos, espoleados por la emergencia de un partido de extrema derecha, el gobierno del PSOE estaba situado en la anti-España, mientras el PSOE insistía en un discurso de diálogo en el marco constitucional. Las elecciones tenían que dar la mayoría a una de las dos maneras de hacer frente a las relaciones del Estado con el independentismo, combatirlo o volverlo al ámbito constitucional. La propuesta de un 155 permanente estaba en el aire.
Insistimos, este era el tema, y la derecha no ha salido muy parada de la apuesta por el radicalismo. Vayamos un momento a las cifras. La suma del Partido Popular y Ciudadanos el 2016 era del 46%, ahora estos dos partidos más VOX se quedan en el 43% de los votantes.
Una pérdida de un 3% puede parecer poca cosa (algunos dirán que, si lo presento así, se les aguó el cava). Poca cosa especialmente, si tienen en cuenta, que el PSOE pasa de 85 a 123 diputados o que el PP ha caído de 137 a 66 o que C’s casi lo iguala con 57 diputados…Ahora tocaría hacer aquí el análisis de los partidos, de su distribución territorial, de los efectos de los sistema electoral, etc. Mucho trabajo para un estudio en detalle, que queda por hacer.
Pero tenemos que insistir en que el hecho relevante es este pequeño 3% porque es el que permite sostener –todavía y quizás solo provisionalmente- el sentido original de la Constitución española, aquel que materialmente (en el sentido que daba Mortati y no Kelsen a esta palabra) lo entiende como un acuerdo, conflictivo pero eficaz, entre el nacionalismo español y los periféricos. El artículo 2 con todas sus ambigüedades es la expresión de este pacto; pacto amenazado- se tiene que decir- desde la segunda legislatura de Aznar; roto- también se tiene que decir- con el “proceso” independentista. No haremos ahora un recorrido histórico sobre cómo se ha llegado a esta situación ni repartiremos las culpas pero, en estas elecciones, el PSOE se mantenía en este espíritu originario, y mantener esta voluntad de diálogo, moderación y acuerdo le ha salido razonablemente bien.
Razonablemente bien es una forma de indicar que, a pesar de la importante victoria socialista, las perspectivas no son fáciles. No haremos ni mención a las dificultades para la formación de un gobierno con estabilidad(con o sin Podemos), dado el enfrentamiento con la derecha y los apoyos más o menos explícitos que se necesitarían de los independentistas ni tampoco hay que hablar de que el panorama político general puede quedar también complicado por el resultado de las próximas elecciones municipales, autonómicas y europeas. La coyuntura política es complicada y, si además sumamos el contexto internacional, muchos aspectos quedan para definir.
Pero, a veces, aquello que tenemos ante los ojos no nos deja ver lo que hay al fondo. Les sugería al empezar esta nota de urgencia que olvidaran por un momento las variaciones en la fuerza institucional de los partidos -el dato esencial es que se ha reforzado la propuesta de diálogo- pero todavía les pido otro ejercicio. Piensen que, en las elecciones de 2016, PP y C’s sumaban el 30,6% del censo y, en estas elecciones, el 30,4 !!! Piensen que el PSOE y Podemos tenían el 28% y ahora tienen el 30!!! (datos provisionales)
Si quieren entender bien los movimientos del electorado, el estudio se tiene que hacerse sobre porcentaje de censo y no sobre votantes, pero esto es ahora solo un apunte marginal metodológico. Ahora quiero indicar otra cosa más política. En número de diputados, la fuerza de los partidos ha cambiado muchísimo pero, en realidad, las corrientes de fondos son mucho más estables. Es una manera de decir, ahora que se me acaba el espacio, que los problemas son los de antes: ¿cómo llevar a unos y a otros al consenso y no a la exclusión?