Elecciones generales (II): posiciones, estrategias y dilemas de cara a la investidura, por Francesc Pallarés
Catedrático de Ciencia Política de la Universitat Pompeu Fabra
La situación es mucho más compleja de lo que desde los grandes medios se ha presentado, con una lectura superficial o bien interesada (a favor del PP) de los resultados. Basados en la condición del PP como clara mayor minoría parlamentaria y único partido que ha ganado votos y escaños respecto de las elecciones de Diciembre un gobierno presidido por el PP se presenta como consecuencia natural de los resultados, sin otra opción.
Pero no estamos en una situación postelectoral “normal”. Estamos en el segundo acto en el difícil proceso fundacional de una nueva etapa en la política española, que empieza a articularse sobre un sistema multipartidista. Junto a los efectos de la crisis y las políticas de austeridad aplicadas, el profundo descontento de los ciudadanos con los políticos y la aparición con fuerza de nuevos partidos tienen como referente clave la escandalosa lista de casos de corrupción que principalmente implican a un buen número de representantes del PP e incluso al propio partido.
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Ciertamente temas sociales, económicos, territoriales, definen la normalidad de la competición política en nuestros sistemas de partidos y configuran diversos ámbitos parciales de competición. Sin embargo otros (corrupción, prevaricación, incapacidad para hacerles frente, conspiración desde instituciones públicas,) afectan al núcleo duro de nuestro sistema representativo y son los que fundamentan la transversalidad de la radical oposición al PP por parte de los demás partidos y de una amplia mayoría ciudadana. En conjunto 1 de cada 3 votantes ha dado su voto al PP y 2 de cada 3 se han expresado explícitamente en contra.
Las posiciones de los partidos se articulan pues sobre dos grandes ejes. El principal, articulado sobre la corrupción y su perversión de la democracia, es el que aísla al actual PP de los demás partidos y haría casi imposible que consiguiera socios para la investidura o para gobernar El segundo eje es más diverso y complejo y es el que acerca y separa a los partidos sobre los temas “normales” de competición, definiendo algunos antagonismos muy importantes, y donde se encuentran las dificultades para establecer acuerdos alternativos para la investidura.
La investidura del PP únicamente con los propios votos (137) sólo sería posible con la abstención del PSOE (85) pues aunque todos los demás partidos votaran negativamente suman menos (128) que el PP. Parece más verosímil para este supuesto que también Ciudadanos se abstuviera, con lo que la investidura del PP sería todavía más clara. Dados las posiciones expresadas en la campaña electoral ¿Qué concesiones debería hacer el PP a los eventuales “facilitadores” para que transgredieran sus posiciones anteriores? ¿Qué consecuencias internas y electorales comportaría para Ciudadnos (Cs) y PSOE?
El acuerdo de PP y Cs suma 169 escaños y necesitaría la abstención de un mínimo de 13 diputados/as para poder ganar la investidura en segunda vuelta. Junto a medidas para la regeneración de la vida política, Cs hizo cuestión de la figura de Rajoy para poder encontrar un acuerdo con el PP. Sin embargo el resultado ha reforzado el papel de Rajoy que de todas maneras deberá encontrar alguna compensación que permita a Rivera presentarla ante unos votantes a los que ha asegurado que no quiere a Rajoy, especialmente después de que los menos radicales en este sentido ya hayan abandonado Cs y votado al PP. ¿Sería suficiente una la Presidencia de Congreso para Cs junto a la reforma electoral así como medidas de regeneración y gestos claros e inmediatos contra la corrupción Pero en cualquier caso no parece realista que partidos nacionalistas (con excepción de CC) puedan dar el voto positivo o abstenerse ante este acuerdo. ¿“Prestaría” el PSOE las abstenciones necesarias?
Un acuerdo PP-PSOE, de gran coalición, que podría contar quizás con el apoyo de Cs, es el único que aseguraría una mayoría absoluta. Es la opción que el PP proclama como preferida, interesado fundamentalmente en aparecer como conciliador, y sabiendo que el PSOE, como ha afirmado repetidamente, no se involucraría en unas responsabilidades de gobierno bajo el predominio del PP.
En el caso de fracaso de la investidura a favor del PP, un acuerdo entre PSOE y Unidos Podemos (UP) con presidencia de Sánchez y a la que UP ya se ha mostrado dispuesto, reuniría 156 escaños, teniendo en contra a los 137 del PP y casi con toda seguridad los 32 de Cs (excepto que no hubiera recibido el trato esperado por parte del PP). Necesitaría pues el voto favorable de 14 de los 25 diputados/as de los partidos nacionalistas (hay diversas combinaciones) y la abstención de los demás. ¿Tomará la iniciativa el PSOE?
El PSOE es el eje sobre el que gira todo este proceso y afronta la situación en estado de división y luchas internas. En principio, no parece que ninguna opción, bien sea facilitar la investidura del PP con la abstención o bien tomar la iniciativa de un acuerdo alternativo que pasaría forzosamente por UP y con el beneplácito de partidos nacionalistas, pueda hacer consenso interno. Y en esta situación la consulta a los afiliados puede profundizar en el desconcierto y la pérdida de confianza en el partido. Los duros ataques a Podemos durante la campaña no han fomentado predisposición en esta dirección, si bien la orientación de izquierda de los afiliados y la posición de primacía que el PSOE ha mantenido sobre UP puede hacer más factible esta posibilidad. Los intereses del entorno mediático dominante, también el cercano al PSOE, aplaudirían la “responsabilidad” de la opción facilitadora. En cambio reaccionarían con toda su crudeza ante la vía alternativa. Y en tal caso incluso ser boicoteado por algunos diputados en la sesión de investidura que contarían con la “alabanza” del entorno mediático. En principio la opción facilitadora tendría costes a medio/largo plazo para el PSOE. En cambio los de la opción alternativa se producirían más directamente en el corto plazo.
A lo largo del proceso el PP irá abriendo progresivamente algunos aspectos a la negociación y mostrando disposición a reformas que serán adecuadamente publicitados en el entorno mediático dominante (incluido el grupo cercano al sector conservador del PSOE) para presentar un PP negociador y reformista y crear un clima de opinión que facilite al PSOE presentar ante sus votantes una abstención “honrosa”.
Pero es evidente que la mayor/menor disposición del PP a aceptar propuestas dependerá de la presión a la que se vea sometido. Es decir, si no percibe como posible una alternativa, la presión es casi nula (excepto la derivada de una tercera convocatoria cuya responsabilidad no compartiría en solitario) y deja una amplia disposición a Rajoy. En este sentido tanto desde el PP como desde sus medios afines la investidura de Rajoy (en uno u otros términos) se presenta como una consecuencia natural del resultado de las elecciones. Menos coherencia observa en aquellas posiciones en el interior del PSOE (y medios de comunicación afines) o desde dentro del PSOE que a la vez que proclama su radical oposición al PP promueven la abstención para facilitar un gobierno del PP. La posición de la dirección el PSOE de no facilitar un gobierno del PP tiene varias aristas. Por una parte, y al menos durante un primer período del proceso de investidura, crea presión sobre el PP para buscar acuerdos con Cs, contribuyendo así indirectamente a dar más valor negociador de reformas a un partido algo devaluado por su retroceso electoral y el avance del PP. Sin embargo, en el caso de realizarse, la aritmética de este acuerdo tampoco es suficiente y ante la inverosimilitud de un acuerdo con el PNV, el PSOE debería decidir si facilitar de una u otra manera el gobierno del PP (sobre acuerdo o no con Cs ). Pero: ¿Porqué dejar que el PP desarrolle unas políticas que entienden nocivas en lugar de, existiendo una base aritmética aun compleja, intentar formar una mayoría alternativa para desarrollar unas políticas que entiende en beneficio de la gran mayoría de ciudadanos?
La elección de la Mesa del Congreso el 19 d julio puede marcar una primera dirección. Incluso a falta de avances en la formación de mayorías, la elección del Presidente del Congreso (y del Senado) por mayoría simple en segunda votación es un incentivo importante a buscar acuerdos, aunque sólo sea para evitar “sorpresas”. Es decir, si no hay acuerdos de ningún tipo en principio el candidato del PP sería elegido Presidente del Congreso en segunda votación. E igualmente, si cada partido vota su candidato a los distintos puestos, los cuatro grandes partidos tendrían una Vicepresidencia y una Secretaría. Pero, ¿Existen garantías para ello? Así, ante la falta de acuerdos para la investidura, si el PP divide adecuadamente sus votos podría obtener 2 vicepresidencias y 2 secretarias, pues tiene cantidad de votos suficiente para situar a 2 de sus candidatos entre los cuatro más votados en cada una de estas dos votaciones. Es este caso Cs quedaría fuera de la Mesa. Pero, en la hipótesis de mantenerse los demás igual, también PSOE y Podemos podrían dividir sus votos y optar a dos puestos en la Mesa en detrimento también de Cs. Desde esa perspectiva Cs es el partido que tiene más incentivos para buscar acuerdo que le garanticen su presencia en la Mesa. Pero en general, se generan situaciones de incertidumbre, en unos puestos u otros, para todos los partidos. La búsqueda de acuerdos que aporten seguridad a una determinada presencia incierta se convierte en estrategia dominante, que enfrenta los intereses de unos partidos con los de otros y de la que saldrán ganadores y perdedores. Es posible que estos acuerdos alcancen también la formación de la Mesa del Senado, cuyo sistema de elección contiene aun más incentivos a los acuerdos que en el caso el Congreso. En el estado actual del proceso de investidura, el PSOE tiene suficientes incentivos para intentar acuerdo con Cs y UP, cada uno también con sus propios incentivos para establecer estos acuerdos. Dejar al PP en minoría en las mesas, asegura la presidencia, incrementar la presión sobre el PP, “tubo de ensayo” para un acuerdo más ambicioso.